viernes, 4 de enero de 2013

El "hombre de pecado" queda revelado...

La expresión el hombre de pecado es usada por el apóstol Pablo en 2 Tesalonicenses 2:3, en una advertencia acerca de la gran apostasía anticristiana que se desarrollaría antes de que llegara el día del Señor. En su parábola del trigo y la mala hierba, en el capítulo 13 del Evangelio de Mateo, el Señor Jesús dijo que el diablo sembraría mala hierba o cizaña, es decir, cristianos de imitación, cristianos falsos, entre el trigo, que son los hijos del reino. Ambos existirían hasta la conclusión del mundo actual, cuando la mala hierba será identificada y quemada con fuego.

Pablo advirtió a los obispos cristianos de Éfeso, ciudad de Asia Menor: “Yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces que no perdonarán al rebaño. Y de entre vosotros mismos se levantarán hombres que hablarán cosas perversas para arrastrar tras sí discípulos.” (Hechos 20:29, 30; RVR95.). También, le escribió a su colaborador Timoteo, desde Macedonia, hacia los años 61-64 d. de J.C.: “Pero el Espíritu dice claramente que, en los últimos tiempos, algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios, cuya conciencia está cauterizada. Estos prohibirán casarse y mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que con acción de gracias participaran de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad.” (1 Timoteo 4:1-3.).

Poco después, Pablo escribió, desde Roma y cerca del año 65 d. de J.C., a Timoteo, que “vendrá tiempo en que no soportarán la sana doctrina, sino que, teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias pasiones, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas.” (2 Timoteo 4:3, 5.).

El apóstol Pedro, escribiendo cerca del año 64 d. de J.C., muy probablemente desde la antigua Babilonia, en Mesopotamia, un gran centro del judaísmo de ese entonces, deduce un paralelismo entre la apostasía del cristianismo y la que ocurrió en la casa del Israel natural: “Hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros que introducirán encubiertamente herejías destructoras y hasta negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán su libertinaje, y por causa de ellos, el camino de la verdad será blasfemado. Llevados por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya hace tiempo la condenación los amenaza y la perdición los espera.” (2 Pedro 2:1-3.).

Es de interés notar las palabras que bajo inspiración dirigió el apóstol Pablo a la Iglesia cristiana en la ciudad de Tesalónica, situada en Macedonia, hacia el año 51 d. de J.C., desde Corinto, Grecia. Escribió él: “Con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu ni por palabra ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca. ¡Nadie os engañe de ninguna manera!, pues no vendrá sin que antes venga la apostasía y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto, que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios.

“¿No os acordáis que cuando yo estaba todavía con vosotros os decía esto? Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste. Ya está en acción el misterio de la iniquidad; solo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel impío, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca y destruirá con el resplandor de su venida. El advenimiento de este impío, que es obra de Satanás, irá acompañado de hechos poderosos, señales y falsos milagros, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean en la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia.” (2 Tesalonicenses 2:1-12.).

Este hombre de desafuero u hombre de pecado mencionado por el apóstol Pablo es no un individuo sino un hombre compuesto, genérico, un grupo, una colectividad, como lo muestran los textos de las Escrituras ya citados, y este hombre, como lo mencionó Jesucristo, continuó en existencia desde la muerte de los apóstoles y sus más allegados colaboradores en adelante hasta el tiempo de la segunda venida del Señor, al tiempo del fin del mundo actual, que es cuando el Señor Jesús acaba con este hombre por su propio poder.

El hombre de pecado, esto es, el hombre compuesto apóstata, comete su desafuero contra Yahwêh ‘Elohîm mismo, el Rey del universo. Es culpable de alta traición; y se le llama también el hijo de la destrucción, como al propio Judas Iscariote, el traidor que vendió al Señor Jesucristo. Como antaño Judas, será aniquilado, destruido para siempre, a su debido tiempo. Este hombre de desafuero compuesto no es la gran Babilonia, quien también está opuesta a Dios y su propósito; sin embargo, puesto que él lleva adelante una rebelión religiosa contra Dios, evidentemente que es parte de la mística Babilonia, la religión falsa que se asienta sobre muchas aguas, es decir, sobre todos los pueblos de la Tierra. (Juan 17:12; Apocalipsis 17:3, 5.).

Pablo habló de quien al presente lo detiene, es decir, la cosa que en ese tiempo obraba como restricción. Él había dicho a los ancianos de la Iglesia cristiana en Éfeso que estaba consciente del hecho de que después de su partida se presentarían hombres semejantes a lobos. (Hechos 20:29.). Los apóstoles, trabajando con sus colaboradores más allegados, tales como Timoteo, Tito, Lucas y otros más que cooperaban con ellos, constituían esta restricción, quien al presente lo detiene. Repetidamente, el apóstol Pablo escribió admoniciones relacionadas con la venidera apostasía, no solamente en su segunda carta a la Iglesia de los tesalonicenses, sino también en muchas exhortaciones a Timoteo, Pablo aconsejó a este fiel cristiano de la antigüedad que confiara las cosas que de él había oído a hombres fieles que estuvieran calificados para instruir a otras personas sobre las verdades del cristianismo. Pablo habló de la Iglesia del Dios viviente como siendo columna y apoyo de la verdad. Él procuró edificarla tan firme en la verdad como fuese posible antes de que la gran apostasía se presentara. (2 Timoteo 2:2; 1 Timoteo 3:15.).

Mucho después, el apóstol Juan fue impulsado a escribir, por mandato de Cristo Jesús, para advertir contra el sectarismo, mencionando específicamente a cierta secta de Nicolás y hablando de falsos profetas como Balaam y de la mujer Jezabel, quien se llamaba a sí misma profetisa. Parece ser que para fines del siglo I d. de J.C. ya estaban entrando en la Iglesia cristiana solapadamente, subrepticiamente, las enseñanzas de los gnósticos mezcladas a sumo grado con las filosofías especulativas de origen helénico o griego. Balaam y Jezabel parecen ser nombres usados para describir a sectas gnóstica licenciosas que se habrían fundado sobre el principio de la libertad cristiana de que habla el apóstol Pablo, desarrollando e implementando la idea de que hay que degradar al cuerpo al máximo, puesto que la materia en sí misma es mala, y especulaban acerca de lo beneficioso que era aquello para las personas. Los nicolaítas parece ser que continuaron en existencia hasta el siglo III. (Apocalipsis 2:6, 14, 15, 20.).

El apóstol Pablo dijo que el misterio ya está obrando, es decir, que ya está en acción (2 Tesalonicenses 2:7), queriendo decir que ya para entonces se estaba presentando una apostasía que estaba causando disturbios dentro de la Iglesia cristiana en Tesalónica, lo que sugiere, en parte, el envío de esta segunda carta. Estos eran los adversarios de Cristo a quienes el apóstol Juan menciona en sus cartas, después. Juan habla acerca de la última hora del período apostólico, y dice:

“Así como han oído que el anticristo viene, aun ahora han llegado a haber muchos anticristos [...] Ellos salieron de entre nosotros, pero no eran de nuestra clase; porque si hubieran sido de nuestra clase, habrían permanecido con nosotros. Pero salieron para que se mostrase a las claras que no todos son de nuestra clase.” (1 Juan 2:18, 19; NM67.).

Después de la muerte de los apóstoles, el hombre de pecado entró abiertamente en la escena con su hipocresía religiosa y sus enseñanzas falsas. De acuerdo a las palabras de Pablo, este hombre tendría un gran poder, operando bajo el control de Satanás el Diablo, ejecutando toda obra poderosa y señales y portentos mentirosos. (2 Tesalonicenses 2:9.).

Ya, durante su ministerio terrestre, Jesús mismo había dicho a sus discípulos, para el tiempo de la fiesta de los tabernáculos del año 32 d. de J.C.: “Tenemos que obrar las obras del que me envió mientras es de día; la noche viene cuando nadie puede trabajar.” (Juan 9:4; NM67.). Así lo entendieron e hicieron los apóstoles y sus colaboradores más allegados, efectuando la obra de Dios mientras todavía, por así decirlo, quedaba luz diurna, y antes de que la oscuridad de la noche espiritual que se acercaba impidiera toda actividad provechosa. El apóstol Juan, hacia el año 98 en ó cerca de Éfeso, en la provincia romana de Asia, se refirió a su tiempo, diciendo a sus contemporáneos: “Es la última hora, y, así como han oído que el anticristo viene, aun ahora han llegado a haber muchos anticristos; del cual hecho adquirimos el conocimiento de que es la última hora.” (1 Juan 2:18; NM67.).

Sin embargo, la apostasía que se fue produciendo al irse revelando el hombre de desafuero no afectó inmediatamente ni a todos los cristianos ni a toda la Iglesia, ni se presentó tampoco de la misma forma y manera ni al mismo ritmo o celeridad. La celosa actividad clandestina de los fieles creyentes de los primeros tiempos hace patente que los cristianos resistían valerosa y decididamente la persecución que les venía de la autoridad imperial y de otras fuentes externas y que no había entre ellos contaminación pagana, a pesar de que a poco se deja ver un desvío. Este desvío de las enseñanzas primitivas se va acelerando poco a poco y acentuando y definiendo cada vez más.

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