martes, 15 de enero de 2013

aj y ajot

Siguiendo con asuntos gramaticales de las Escrituras, es interesante examinar las palabras hebreas para hermano y hermanaאח, aj, y אחות, ajot—.  La palabra genérica para hermano es אחאי, ajai. Aj está ciertamente relacionada con el verbo אחה, ajah, que significa unir, coser. A pesar del hecho de que el verbo solamente aparece en hebreo post-bíblico, Klein escribe que hay un debate entre los eruditos de si el verbo deriva del sustantivo, o si el sustantivo deriva del verbo. Steinberg expande el significado de la raíz unir a otras palabras, como אח, aj,  chimenea, fogón, donde la gente se reúne alrededor, y אחו, aju, juncos (más tarde, pradera), los cuales se usaban para hacer sogas para atar. Sin embargo, la erudición moderna ha determinado que estas dos palabras fueron tomadas prestadas del egipcio.

Ajot es es una palabra inusual. A pesar de ser un sustantivo singular, termina en -ot, que es usualmente el sufijo plural de los sustantivos femeninos. Encontramos un fenómeno similar en otro termino emparentad, חמות, jamot, que significa suegra.
Un error común que cometen los nuevos parlantes en hebreo (yo recuerdo haberlo cometido también) es decir ajot cuando se quiere decir hermanas. El término correcto en hebreo es
אחיות, ajayot, pero quienes cometen el error en realidad están cerca del hebreo antiguo. David Talshir de la Universidad Ben Gurion escribió un artículo titulado "Las Formas 'ajot y 'edot en hebreo antiguo" donde discute el plural de ajot. La forma absoluta del plural nunca aparece en el Tanáj. Ajayot aparece en el Tanáj, pero sólo en los libros tardíos. En los libros tempranos, como Hoshea [Oseas] 2:3, y en el ketiv de Yehoshúa [Josué] 2:13, el plural es אחות, ajot.

 Así que en hebreo antiguo, hermana era ajot, pero hermanas era achvot. Para evitar confusión, se desarrolló una nueva pronunciación para hermanas, ajayot.
Vemos por esto que la confusión lingüística no es nada nuevo. Es interesante sin embargo que hay quienes luchan fuertemente contra los cambios para hacer el idioma más fácil, cuando tales cambios se hicieron hasta en los tiempos bíblicos, simplemente porque el lenguaje es algo dinámico y que se va desarrollando de acuerdo a las necesidades comunicacionales...

Waw, ¿vav o uau?,… el viejo debate

¿Por qué yo represento la letra hebrea w, waw, con una w española, cuando, dicen algunos maestros por ahí, que la w, waw, sonaba como v y no como u?

Y, una vez más, quiero decir, muy enfáticamente, que los maestros que algunos están consultando los están desinformando, quizá en algún caso aprovechando que muchos no conocen el hebreo antiguo o bíblico.

Es absolutamente cierto, sin embargo, que en el hebreo moderno la w, waw, casi siempre suena como una v. Pero en la antigüedad no era ese el caso. Los mejores gramáticos y eruditos del hebreo bíblico reconocen que la w, waw, sonaba siempre como u, salvo en los casos u ocasiones en que representaba el sonido vocálico o. pero en muy raras ocasiones representaba el sonido consonántico v.

Hechos y no especulaciones

Antes que nada, ¿por qué los judíos del Temén, que tienen la fama de conservar y preservar la pronunciación más antigua del hebreo, representan la w, waw, casi siempre con el equivalente de una w española, y la pronuncian como u? Y esto es en hebreo moderno, actual, pero preservando la pronunciación más antigua del hebreo.

Otra cosa, ¿por qué los traductores de la Septuaginta, la traducción al griego del Tanáj, la Biblia Hebrea, hecha más de 200 años antes del nacimiento de ha-Mashíaj (el Mesías), representaron la w, waw, casi siempre con una u [ípsilon] griega y no con una b [beta]?

Asimismo, pueden notarse, a modo de ejemplo, algunos ejemplos, para ilustrar la forma en que en la Septuaginta se vertió la w, waw:

1 crónicas 1:26. El nombre Σερουχ (Serug). Aquí la w, waw, se representa con el diptongo griego ou, que siempre suena u.

1 Crónicas 1:31. El nombre Ιεττουρ,(Ietour, Jetur). Aquí, de nuevo, la w, waw, se representa con el diptongo griego ou, que siempre suena u.

1 Crónicas 3:9. El nombre del rey Δαυιδ(Dauid). Aquí la w, waw, se representa con la letra griega u [ípsilon] griega y no con una b [beta].

Y un ejemplo importante, porque tiene las mismas vocales que el nombre propio y personal de Dios:

Génesis 14:17: el valle de Σαυη (Saué). Aquí la w, waw, se representa con la letra griega u [ípsilon] griega y no con una b [beta]. Obviamente que si el nombre de este valle los antiguos lo hubieran pronunciado Savé, como hacen los traductores modernos, aquellos antiguos traductores de la Septuaginta al griego lo habrían transcrito como Sabé, tal como hicieron algunos escritores eclesiásticos griegos unos dos siglos después de Jesucristo, cuando el conocimiento del hebreo ya estaba un poco olvidado entre los que se decían ser cristianos, quienes transcribieron el Nombre Sagrado de Dios como Iabé en griego (si bien algunos lo transcribieron como Iaué).

Pero no es necesario culpar ni juzgar a quienes dicen lo contrario. Ellos lo hacen mayormente de buena fe. Solo que ignoran ciertos hechos que los eruditos del hebreo han notado hace muchísimo tiempo.

También por ignorancia, algunos maestros modernos dicen que en hebreo no existe la W. Pero esa afirmación significaría que tampoco existe la v.

Porque tanto la w como la v son letras españolas. No son letras hebreas. Ambas letras españolas se usan para transcribir palabras hebreas al español, de manera que pueda ser entendible el idioma hebreo al hispanoparlante.

En realidad, lo que existe en hebreo es un gancho vertical con una vueltita arriba hacia la izquierda, w, caracter al que algunos ahora llaman vav, pero que antiguamente se llamaba waw. Al respecto, es necesario recordar que la Biblia no fue escrita ahora, sino que fue escrita antes, mucho antes, habiéndose comenzado a escribir hace unos tres mil quinientos años.

Nosotros, en la actualidad, representamos la w, waw, con la letra española w y la pronunciamos como si fuera una u, tal como hacen, hasta el día de hoy, los judíos yemenitas.

Por eso, para juzgar la transcripción de nombres hebreos no es determinante saber cómo se pronuncian en hebreo moderno. Lo que en realidad importa es determinar cómo se pronunciaban en hebreo antiguo, o hebreo bíblico, o hebreo clásico, como dicen algunos.

En conclusión, es correcto escribir Yahvéh, pero eso es hebreo moderno. Si uno quiere decirlo en hebreo clásico o hebreo bíblico, el Nombre propio y personal de Dios es Yahwêh, o Yahwéh.

Otros argumentan lo mismo sobre la y española, que no se llama “i griega” sino “ye”, y quieren transcribir los nombres hebreos en formas tales como Iahweh y Iahoshua o Ieshua, con i en lugar de y.

Así como la w, waw, se pronuncia como si fuera una u, al estudiar el hebreo bíblico uno aprende a pronunciar la y, yóhdh, suavemente, casi como una i, que es lo correcto.

Y de esa manera, Yahwéh se pronuncia similar a Iaué, y Yahoshúa similar a Iahoshúa.

 

viernes, 4 de enero de 2013

Roma en ascenso

“Como consecuencia de su expansión en el mundo romano, el cristianismo entró en contacto con el helenismo y sufrió su influencia. Este contacto y esta influencia se realizaron en dos formas diferentes: hubo, por una parte, una helenización radical y aguda del cristianismo que acabó en el gnosticismo; por otra, una helenización lenta y progresiva del cristianismo que terminó con la transformación del cristianismo primitivo en cristianismo dogmático y, en definitiva, en catolicismo.” (El Judaísmo y el Cristianismo Antiguo, Marcel Simon y André Benoit, Nueva Clío, La Historia y sus problemas, colección dirigida por Robert Boutruche, profesor de La Sorbona, y Paul Lemerle, profesor del Collège de France, traducción castellana de Irene Castells, Editorial Labor, S. A., Barcelona, España, impreso en los Talleres Gráficos Ibero-Americanos, S. A., Barcelona, España, 1972, página 208.).
El apóstol Pablo había prevenido a los cristianos ya en sus días sobre los problemas que vendrían. Primero, les dijo que no se dejaran llevar por discusiones sin fin sobre genealogía y otros asuntos, ya que no eran importantes para la salvación ni pàra establecer la relación de uno con Dios. En segundo lugar, pero de vital importancia, les advirtió sobre la filosofía. El helenismo era la cuna y el caldo de cultivo primordial para la filosofía. Y la filosofía, nacida y nutrida de una cultura desarrollada y extendida por todo el mundo conocido, traía aparejado el paganismo de donde había nacido.
De hecho, fueron filósofos helenistas y helenizados quienes, mezclando una serie de elementos comunes al mundo pagano de ese momento con otros del judaísmo y del cristianismo dieron origen a lo que se suele llamar gnosis o gnosticismo, un sistema filosófico y religioso a la vez que atacó fuertemente al cristianismo y obligó a los individuos y a los líderes cristianos de ese tiempo a cuando menos tratar de adoptar medidas para oponerse efectivamente al peligro que significaba el gnosticismo.
“Fue la gnosis la que provocó en los primeros tiempos de la Iglesia su desarrollo dogmático, una vasta literatura eclesiástica y los esfuerzos de los teólogos para integrar en el cristianismo lo que había de válido en el pensamiento gnóstico.” (Enciclopedia Universal Sopena, Editorial Ramón Sopena, 1971, tomo 10, página 704.). Lo anterior es tan cierto que lo dicho hasta aquí para darse cuenta cabal y clara de que el cristianismo del siglo IV ya no era el cristianismo del siglo I: había ocurrido un apartarse de las claras enseñanzas de los primeros tiempos para integrar el pensamiento griego y la gnosis herética en la resultante Iglesia del cristianismo dogmático. De un estudio del Nuevo Testamento, es evidente que el cristianismo no era dogmático, esta carente de todo dogmatismo, a diferencia de los cultos paganos, que sí tenían dogmas.
“El cristianismo —incluyendo en él la dispensación del Antiguo Testamento, que fue su primera etapa— en nada se distinguió más de las otras religiones del mundo que en su carácter objetivo o histórico. Las religiones de Grecia y Roma, de Egipto, India, Persia y Oriente en general, eran sistemas especulativos, que ni siquiera alegaron seriamente tener base histórica. [...] Pero sucede lo contrario con la religión de la Biblia. Allí, sea que acudamos al Antiguo o al Nuevo Testamento, a la dispensación judía o a la cristiana, hallamos un arreglo de doctrina que está enlazado con hechos; que depende absolutamente de ellos; que es nulo y sin valor sin ellos; y que puede considerarse establecida en sentido práctico si se muestra que esos hechos merecen ser aceptados. [...] El Dr. Stanley expresa concisamente el contraste entre la religión cristiana y otras en este respecto, cuando dice del cristianismo, que “solo él, de todas las religiones, afirma estar fundado, no en fantasía ni en sentimiento, sino en Hecho y Verdad.” (The Historical Evidences of the Truth of the Scripture Record, George Rawlinson, 1862, páginas 25, 26, 232, 233; también, véanse las páginas 45-47.). El paganismo estaba lleno de mitos acerca de cada cosa de la naturaleza; sus teogonías trataban de explicar el origen del universo y de los dioses; sus sacerdotes y fieles inventaban mitos y fraudes piadosos, para usar un término muy socorrido con respecto a las religiones cristianas nominales de la actualidad, acerca de tal o cual dios o diosa; el origen de tal o cual templo o la advocación de tal o cual divinidad; las estrellas, ... pero el cristianismo era diferente y diametralmente diverso, puesto que señalaba que el Creador de todas las cosas existentes, visibles e invisibles, es Dios, que no existe más que un solo Dios, Uno y Único, y que Jesús es su Hijo unigénito y primogénito en el sentido más pleno y verdadero; no tenían liturgias, ni templos, ni imágenes, ni clero, ni jerarquía, ... pero, a poco, algunos empezaron a introducir, contra el consejo apostólico registrado en Colosenses 2:8, la filosofía griega, en especial y más determinantemente, el neoplatonismo. Las especulaciones neoplatónicas introdujeron en el cristianismo puro del primer siglo los conceptos acerca de la inmortalidad inherente del alma humana, al que los apóstoles y Cristo mismo se encuentran diametralmente opuestos, como toda la Escritura. El gnosticismo empezó a representar un serio peligro para la ortodoxia tradicional y nominal. La esperanza de la resurrección se abandonó porque la materia es esencialmente mala. Por eso mismo los gnósticos abominaban de la creación y del Dios creador, al que rebajan a la simple condición de un demiurgo o dios inferior, cruel y desprovisto de amor para con sus criaturas. La idea de que dios es incomprensible fue primeramente enunciada por los gnósticos, por ejemplo, Epifanio hijo de Carpócrates. Continuando sobre la huella de que la materia es mala, se abominó entre los gnósticos del matrimonio, de las relaciones sexuales y de la procreación en sí, declarándose partidarios, en cambio, del celibato y ascetismo rigurosos, intentando de este modo reducir la cantidad de espíritus que vendrían a sufrir a la Tierra, al tiempo que liberar a los espíritus actualmente en la tierra de su sometimiento a la materia. Basílides, a principios del siglo II, se destacó en este asunto, tal como Saturnilo o Saturnino, que predicaba el vegetarianismo, además. El ascetismo en estos términos reaparece entre los que siguen la línea ortodoxa en Antonio Abad y Agustín, para citar apenas un par de casos sobresalientes, y de allí, de esas doctrinas gnósticas, nacen el eremitismo y el cenobitismo y las posteriores órdenes monásticas, dedicadas a la contemplación, la oración y el autoflagelo en términos estoicos y hasta enfermizos que se conoce después entre varias iglesias de la cristiandad, que heredó estas concepciones desde los antiguos budistas, hindúes, griegos y gnósticos. El trinitarismo que triunfa en el año 325 en el concilio de Nicea gracias a la gravitación de todo el poder del Estado romano representado por el emperador Constantino I el Grande, quien lo citó y presidió como pontifex maximus del sistema religioso imperial romano, y la astucia de Atanasio, tiene sus antecedentes en Babilonia, Asiria, Egipto, India, entre otras regiones, y empieza a ser enunciada ya en ciertas enseñanzas de Valentín, el más importante gnóstico de principios del siglo II. El hecho de que Yahwêh ‘Elohîm, es decir, Dios el Padre, haya sido relegado a un oscuro segundo o tercer plano se debe también a un concepto gnóstico. Como Agustín lo hizo después, la mayoría de los gnósticos rechazaban la idea de un reinado milenario de Cristo en beneficio de los habitantes de la Tierra, por ser esta una condición materialista y carnal, opuesta a la espiritualización que preconizaban.
Claro, mientras las persecuciones estuvieron vivas, el cristianismo, aunque apostatado y en vías de desarrollar las mismas herejías que las sectas gnósticas, se mantuvo bastante cerca de las Escrituras y de las sanas enseñanzas de los primeros tiempos. Pero, cuando se introdujo más abiertamente la filosofía griega, y particularmente cuando el Estado romano se interesó en él y lo adoptó como su apoyo principal para salvar al ya decadente Imperio, se rompió todo nexo de unión que pudiera existir entre los cristianos del siglo I y la cristiandad que comenzó a existir desde el año 325 en adelante, cuando se inaugura la Iglesia cesárea, imperial, la que adopta todo el boato y lujo de la corte romana, vistiendo ropajes especiales y asimilando y adoptando las liturgias paganas y el ceremonial y ritualismo del mundo pagano grecorromano.
Nuevos tiempos se venían para la Iglesia.

El "hombre de pecado" queda revelado...

La expresión el hombre de pecado es usada por el apóstol Pablo en 2 Tesalonicenses 2:3, en una advertencia acerca de la gran apostasía anticristiana que se desarrollaría antes de que llegara el día del Señor. En su parábola del trigo y la mala hierba, en el capítulo 13 del Evangelio de Mateo, el Señor Jesús dijo que el diablo sembraría mala hierba o cizaña, es decir, cristianos de imitación, cristianos falsos, entre el trigo, que son los hijos del reino. Ambos existirían hasta la conclusión del mundo actual, cuando la mala hierba será identificada y quemada con fuego.

Pablo advirtió a los obispos cristianos de Éfeso, ciudad de Asia Menor: “Yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces que no perdonarán al rebaño. Y de entre vosotros mismos se levantarán hombres que hablarán cosas perversas para arrastrar tras sí discípulos.” (Hechos 20:29, 30; RVR95.). También, le escribió a su colaborador Timoteo, desde Macedonia, hacia los años 61-64 d. de J.C.: “Pero el Espíritu dice claramente que, en los últimos tiempos, algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios, cuya conciencia está cauterizada. Estos prohibirán casarse y mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que con acción de gracias participaran de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad.” (1 Timoteo 4:1-3.).

Poco después, Pablo escribió, desde Roma y cerca del año 65 d. de J.C., a Timoteo, que “vendrá tiempo en que no soportarán la sana doctrina, sino que, teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias pasiones, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas.” (2 Timoteo 4:3, 5.).

El apóstol Pedro, escribiendo cerca del año 64 d. de J.C., muy probablemente desde la antigua Babilonia, en Mesopotamia, un gran centro del judaísmo de ese entonces, deduce un paralelismo entre la apostasía del cristianismo y la que ocurrió en la casa del Israel natural: “Hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros que introducirán encubiertamente herejías destructoras y hasta negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán su libertinaje, y por causa de ellos, el camino de la verdad será blasfemado. Llevados por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya hace tiempo la condenación los amenaza y la perdición los espera.” (2 Pedro 2:1-3.).

Es de interés notar las palabras que bajo inspiración dirigió el apóstol Pablo a la Iglesia cristiana en la ciudad de Tesalónica, situada en Macedonia, hacia el año 51 d. de J.C., desde Corinto, Grecia. Escribió él: “Con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu ni por palabra ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca. ¡Nadie os engañe de ninguna manera!, pues no vendrá sin que antes venga la apostasía y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto, que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios.

“¿No os acordáis que cuando yo estaba todavía con vosotros os decía esto? Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste. Ya está en acción el misterio de la iniquidad; solo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel impío, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca y destruirá con el resplandor de su venida. El advenimiento de este impío, que es obra de Satanás, irá acompañado de hechos poderosos, señales y falsos milagros, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean en la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia.” (2 Tesalonicenses 2:1-12.).

Este hombre de desafuero u hombre de pecado mencionado por el apóstol Pablo es no un individuo sino un hombre compuesto, genérico, un grupo, una colectividad, como lo muestran los textos de las Escrituras ya citados, y este hombre, como lo mencionó Jesucristo, continuó en existencia desde la muerte de los apóstoles y sus más allegados colaboradores en adelante hasta el tiempo de la segunda venida del Señor, al tiempo del fin del mundo actual, que es cuando el Señor Jesús acaba con este hombre por su propio poder.

El hombre de pecado, esto es, el hombre compuesto apóstata, comete su desafuero contra Yahwêh ‘Elohîm mismo, el Rey del universo. Es culpable de alta traición; y se le llama también el hijo de la destrucción, como al propio Judas Iscariote, el traidor que vendió al Señor Jesucristo. Como antaño Judas, será aniquilado, destruido para siempre, a su debido tiempo. Este hombre de desafuero compuesto no es la gran Babilonia, quien también está opuesta a Dios y su propósito; sin embargo, puesto que él lleva adelante una rebelión religiosa contra Dios, evidentemente que es parte de la mística Babilonia, la religión falsa que se asienta sobre muchas aguas, es decir, sobre todos los pueblos de la Tierra. (Juan 17:12; Apocalipsis 17:3, 5.).

Pablo habló de quien al presente lo detiene, es decir, la cosa que en ese tiempo obraba como restricción. Él había dicho a los ancianos de la Iglesia cristiana en Éfeso que estaba consciente del hecho de que después de su partida se presentarían hombres semejantes a lobos. (Hechos 20:29.). Los apóstoles, trabajando con sus colaboradores más allegados, tales como Timoteo, Tito, Lucas y otros más que cooperaban con ellos, constituían esta restricción, quien al presente lo detiene. Repetidamente, el apóstol Pablo escribió admoniciones relacionadas con la venidera apostasía, no solamente en su segunda carta a la Iglesia de los tesalonicenses, sino también en muchas exhortaciones a Timoteo, Pablo aconsejó a este fiel cristiano de la antigüedad que confiara las cosas que de él había oído a hombres fieles que estuvieran calificados para instruir a otras personas sobre las verdades del cristianismo. Pablo habló de la Iglesia del Dios viviente como siendo columna y apoyo de la verdad. Él procuró edificarla tan firme en la verdad como fuese posible antes de que la gran apostasía se presentara. (2 Timoteo 2:2; 1 Timoteo 3:15.).

Mucho después, el apóstol Juan fue impulsado a escribir, por mandato de Cristo Jesús, para advertir contra el sectarismo, mencionando específicamente a cierta secta de Nicolás y hablando de falsos profetas como Balaam y de la mujer Jezabel, quien se llamaba a sí misma profetisa. Parece ser que para fines del siglo I d. de J.C. ya estaban entrando en la Iglesia cristiana solapadamente, subrepticiamente, las enseñanzas de los gnósticos mezcladas a sumo grado con las filosofías especulativas de origen helénico o griego. Balaam y Jezabel parecen ser nombres usados para describir a sectas gnóstica licenciosas que se habrían fundado sobre el principio de la libertad cristiana de que habla el apóstol Pablo, desarrollando e implementando la idea de que hay que degradar al cuerpo al máximo, puesto que la materia en sí misma es mala, y especulaban acerca de lo beneficioso que era aquello para las personas. Los nicolaítas parece ser que continuaron en existencia hasta el siglo III. (Apocalipsis 2:6, 14, 15, 20.).

El apóstol Pablo dijo que el misterio ya está obrando, es decir, que ya está en acción (2 Tesalonicenses 2:7), queriendo decir que ya para entonces se estaba presentando una apostasía que estaba causando disturbios dentro de la Iglesia cristiana en Tesalónica, lo que sugiere, en parte, el envío de esta segunda carta. Estos eran los adversarios de Cristo a quienes el apóstol Juan menciona en sus cartas, después. Juan habla acerca de la última hora del período apostólico, y dice:

“Así como han oído que el anticristo viene, aun ahora han llegado a haber muchos anticristos [...] Ellos salieron de entre nosotros, pero no eran de nuestra clase; porque si hubieran sido de nuestra clase, habrían permanecido con nosotros. Pero salieron para que se mostrase a las claras que no todos son de nuestra clase.” (1 Juan 2:18, 19; NM67.).

Después de la muerte de los apóstoles, el hombre de pecado entró abiertamente en la escena con su hipocresía religiosa y sus enseñanzas falsas. De acuerdo a las palabras de Pablo, este hombre tendría un gran poder, operando bajo el control de Satanás el Diablo, ejecutando toda obra poderosa y señales y portentos mentirosos. (2 Tesalonicenses 2:9.).

Ya, durante su ministerio terrestre, Jesús mismo había dicho a sus discípulos, para el tiempo de la fiesta de los tabernáculos del año 32 d. de J.C.: “Tenemos que obrar las obras del que me envió mientras es de día; la noche viene cuando nadie puede trabajar.” (Juan 9:4; NM67.). Así lo entendieron e hicieron los apóstoles y sus colaboradores más allegados, efectuando la obra de Dios mientras todavía, por así decirlo, quedaba luz diurna, y antes de que la oscuridad de la noche espiritual que se acercaba impidiera toda actividad provechosa. El apóstol Juan, hacia el año 98 en ó cerca de Éfeso, en la provincia romana de Asia, se refirió a su tiempo, diciendo a sus contemporáneos: “Es la última hora, y, así como han oído que el anticristo viene, aun ahora han llegado a haber muchos anticristos; del cual hecho adquirimos el conocimiento de que es la última hora.” (1 Juan 2:18; NM67.).

Sin embargo, la apostasía que se fue produciendo al irse revelando el hombre de desafuero no afectó inmediatamente ni a todos los cristianos ni a toda la Iglesia, ni se presentó tampoco de la misma forma y manera ni al mismo ritmo o celeridad. La celosa actividad clandestina de los fieles creyentes de los primeros tiempos hace patente que los cristianos resistían valerosa y decididamente la persecución que les venía de la autoridad imperial y de otras fuentes externas y que no había entre ellos contaminación pagana, a pesar de que a poco se deja ver un desvío. Este desvío de las enseñanzas primitivas se va acelerando poco a poco y acentuando y definiendo cada vez más.